Hace algunos años decidí hacerme de cargo de una herida que impactaba en varias áreas de mi vida, y sin duda en donde más lo hacía, era en mi vida sentimental.
Mis elecciones, desde una herida, terminaban encerrándome en los mismos lugares que por años venía recorriendo.
Hasta que decidí zambullirme en ello y enfrentarlo.
Una de las conclusiones a las que llegué, es que iba a tomarme mi tiempo para «conocer» al otro, quería tomarme mi tiempo para, por ejemplo, relacionarme sexualmente con otro. ¿Por qué? Porque quería estar segura de que deseaba su energía en mi vida.
Hace poco empecé a hablar con alguien. Él sabía de este camino que yo había iniciado, lo respetaba y quiso caminarlo conmigo.
En el medio de una pandemia, cuando el mundo estaba aislado, nosotros nos aislamos juntos.
Hablamos de temas, que quizá uno toca con alguien a quien conoce por un período más extenso de tiempo. Entramos en lugares incómodos por momentos, y así elegíamos transitarlo, porque estábamos construyendo un vínculo; desde un lugar nuevo para ambos.
Él profesaba una religión de la cual yo conocía sólo los prejuicios.
La fe es muy importante para mí. Hace muchos años que elegí el Budismo como filosofía de vida, y por eso cuando mi camino se cruza con el camino de otra persona con fe, la que sea, me interesa conocerla.
Le pedí que me pasara información para leer, porque sabía que tenían algunas, vamos a llamarlas reglas.
Siento que gracias al camino que vengo recorriendo, y al trabajo con mi ego, pude pararme desde un lugar de apertura ante lo que leía que era, por momentos, difícil de comprender.
Él me había dicho que su religión, si bien tenía reglas, él estaba planteándose algunas cosas: entre ellas las reglas que había con respecto al sexo. Y que en definitiva, las reglas aplicaban para él.
Ah sí, reglas con respecto al sexo. Sorpresa.
Unas noches antes de lo que les voy a relatar, mientras estaba entrando al mundo de los sueños; tiré un pensamiento al universo: «Quiero verlo sin filtros, quiero ver lo que no estoy pudiendo ver»
Ah sí, mi energía ya venía dándome señales.
Y llegamos a un tema que ninguno había contemplado; llegamos de casualidad, como quien no sabe dónde se está metiendo y termina en una realidad paralela.
No voy a entrar en detalles, pero algo muy cerca de:
- No soy homofóbico.
- ¿Qué crees del matrimonio entre personas del mismo sexo?
- No estoy de acuerdo.
Ajá.
Porque si hablamos de derechos humanos, para mí, no hay lugar para la tibieza.
E igual, en ese momento comprendí que desde mi lugar, tenía la capacidad de entender su pensamiento aunque no lo compartiera. Podía aceptar su diferencia:
- Si tuvieras un hijo gay y te dice que se va a casar, ¿Irías a su casamiento?
- No creo.
Desde mi lugar podía, sí; no quiero.
No quiero estar con alguien que no estaría parado al lado de su hijo; en uno de los días más felices de su vida; porque usa una vara de moralidad para medir las elecciones de otros, pero no usa la misma vara para su vida.
Él no quería seguir aceptando que le dijeran cómo tenía que tener relaciones sexuales, ¡Bravo!
Pero quería decirle a otros a quién pueden amar. Quería modificar las reglas que lo afectaban a él, y poder seguir usando la vara de la falsa moralidad para medir la vida de otros. Ajá.
La pareja desde mi punto de vista, es un lugar donde dos seres también se van adaptando al otro.
Puedo expandirme, adaptarme, aceptar, entender. Puedo y elijo transitar un camino consciente. Puedo y quiero, hacer espacio para el camino del otro.
Y puedo darme cuenta cuando el otro no tiene esa capacidad, al menos por el momento; y puedo elegir alejarme de su camino.
Compartí mi tiempo y energía, sí.
¿Saben la fiesta que se hubiera hecho mi ego si decido compartir mi energía sexual con él? ¿Saben los estragos que hubiera causado su energía en mi campo energético?
La importancia de tomarnos el tiempo de saber un poco más del otro.
La importancia de poder elegir.
Les amo.
Fer.
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